07/09/2025
Japón hizo su chamba, impuso control con intensidad, presión, acoso, recuperación, y con respaldo en su superioridad atlética, obligó prácticamente a que los mexicanos jugaran, emocional y físicamente de espaldas a la portería japonesa.
Por Gil Carmona
OAKLAND -- Sí, el rival, Japón, pesa. Pero México nunca fue un contrapeso. Un partido sordo, feo, en el que salieron a la pasarela lúgubre, carencias graves de la selección de Javier Aguirre, quien por momentos, entre la desesperación, la histeria y la rabia, fue el hombre de mayor intensidad –inútilmente--, por el Tri.
0-0, así, como onomatopeya silenciosa de la intrascendencia y el aburrimiento. Los más de 45 mil aficionados, casi mexicanos en su totalidad, ni siquiera mostraron el alboroto para vestir la tribuna de la manifestación del ocio, las olas y los cantos. Sí, el futbol en la cancha anestesió a su afición.
Japón hizo su chamba. Impuso control con intensidad, presión, acoso, recuperación, y con respaldo en su superioridad atlética, obligó prácticamente a que los mexicanos jugaran, emocional y físicamente de espaldas a la portería japonesa.
Javier Aguirre da instrucciones durante el juego amistoso ante Japón. Foto: EFE
Se hablará de aprendizaje, de lecciones, de experimentos, de experiencias, pero la realidad es que el once que arrancó en el Coliseo de Oakland está muy cerca de ser la mejor opción titular de cara al Mundial. Y no, no promete nada. No garantiza nada.
Sí, estos once están más cerca del patíbulo que de los altares. Tal vez sólo escape a la condena masiva El Chucky Lozano, que en devoción e intención fue el único revulsivo a partir de su ingreso al minuto 61, sobre un totalmente ineficaz Alexis Vega.
Sí, el rival cuenta, el rival pesa, pero México no fue capaz de mostrar contrapeso, a los recursos diversos de Japón, en las dos mitades del partido.
El diagnóstico del primer tiempo debería escribirse en un acta de defunción. Un primer tiempo de un México sin pulsaciones. Sin al menos un tiro al arco y ningún tiro de esquina.
Cómo sufrió el Tri. Reactivo, pero sin respuesta. Errores en la salida. Jugadores desconcertados, desatentos, dispersos, difusos, y por lo tanto, desconectados.
En los primeros diez minutos, sufrió embates de los japoneses. Balones perdidos por precipitación, por desatención y a veces hasta por desdén. Y, otra vez, los protagonistas del caos: Piojo Alvarado y Orbelín Pineda, y arrastraban al desconcierto y desubicación de Marcel Ruiz, y en la desesperación Edson Álvarez quería pisar terrenos que dejaban comprometido el fondo.
Mal. Pruebo de ello era la mímica histérica de Javier Aguirre en la banda. Agitaba los brazos, trazaba figuras, hacía cortes de manga. Parecía coach de tercera, precisamente en los terrenos –alguna vez—del jardinero central.
Superioridad atlética, emocional y técnica de Japón. Sin sufrimiento, sin soponcios, encontró a base de presión y anticipación, la manera de provocar que el jugador mexicano jugara más a proteger la pelota que a intentar inventar, crear, imaginar con ella.
El 0-0 prevaleció al término del primer tiempo por un manotazo de Malagón y disparos desviados de Kubo. Encima, Edson Álvarez se lesiona, lo suple Erick Lira, quien sin aventurarse como su sustituido, terminó por colaborar a mayor orden y solidez en media cancha, pero al frente, nada, a no ser un par de centros fallidos, por la capacidad atlética de los japoneses.
Mucha tarea y pocos minutos en el vestidor para recomponer a México. Y a veces las sacudidas necesitan más que una soberana mentada de madre.
Sin embargo, el discurso, por más intenso, táctico, coherente o arrabalero que fuera, no tuvo efecto en la Selección Mexicana, que empezó a sufrir porque Japón retrasó sus líneas, pero mantuvo las explosividades en terreno corto, para meterse por las avenidas que dejaba el equipo mexicano.
Al minuto 61, Javier Aguirre hace cambio masivo en su presunta maquinaria ofensiva. Chucky Lozano (Alexis Vega), Germán Berterame (Roberto Alvarado), Chiquito Sánchez (Orbelín Pineda) y Santiago Giménez (Raúl Jiménez).
Japón no se inmutó. Se mantuvo acostando la cancha, dejando poco espacio de maniobra a futbolistas mexicanos que terminaban agobiados, forzados a pases laterales o retrasados. Y la mejor opción llegó al ’67, en cobro por derecha del Chucky Lozano y remate de cabeza de Sergio Lira que sale desviado.
Al ’93 se va expulsado César Montes al detener una jugada en la que Ueda se perfilaba a un gol inevitable.
Al final, un sonoro abucheo de los 45,278 en la tribuna para la Selección Mexicana.
Ahora, México se traslada a Nashville, donde enfrentará el martes a Corea del Sur, que este sábado se impuso 2-0 a Estados Unidos.
Por Gil Carmona
OAKLAND -- Sí, el rival, Japón, pesa. Pero México nunca fue un contrapeso. Un partido sordo, feo, en el que salieron a la pasarela lúgubre, carencias graves de la selección de Javier Aguirre, quien por momentos, entre la desesperación, la histeria y la rabia, fue el hombre de mayor intensidad –inútilmente--, por el Tri.
0-0, así, como onomatopeya silenciosa de la intrascendencia y el aburrimiento. Los más de 45 mil aficionados, casi mexicanos en su totalidad, ni siquiera mostraron el alboroto para vestir la tribuna de la manifestación del ocio, las olas y los cantos. Sí, el futbol en la cancha anestesió a su afición.
Japón hizo su chamba. Impuso control con intensidad, presión, acoso, recuperación, y con respaldo en su superioridad atlética, obligó prácticamente a que los mexicanos jugaran, emocional y físicamente de espaldas a la portería japonesa.
Javier Aguirre da instrucciones durante el juego amistoso ante Japón. Foto: EFE
Se hablará de aprendizaje, de lecciones, de experimentos, de experiencias, pero la realidad es que el once que arrancó en el Coliseo de Oakland está muy cerca de ser la mejor opción titular de cara al Mundial. Y no, no promete nada. No garantiza nada.
Sí, estos once están más cerca del patíbulo que de los altares. Tal vez sólo escape a la condena masiva El Chucky Lozano, que en devoción e intención fue el único revulsivo a partir de su ingreso al minuto 61, sobre un totalmente ineficaz Alexis Vega.
Sí, el rival cuenta, el rival pesa, pero México no fue capaz de mostrar contrapeso, a los recursos diversos de Japón, en las dos mitades del partido.
El diagnóstico del primer tiempo debería escribirse en un acta de defunción. Un primer tiempo de un México sin pulsaciones. Sin al menos un tiro al arco y ningún tiro de esquina.
Cómo sufrió el Tri. Reactivo, pero sin respuesta. Errores en la salida. Jugadores desconcertados, desatentos, dispersos, difusos, y por lo tanto, desconectados.
En los primeros diez minutos, sufrió embates de los japoneses. Balones perdidos por precipitación, por desatención y a veces hasta por desdén. Y, otra vez, los protagonistas del caos: Piojo Alvarado y Orbelín Pineda, y arrastraban al desconcierto y desubicación de Marcel Ruiz, y en la desesperación Edson Álvarez quería pisar terrenos que dejaban comprometido el fondo.
Mal. Pruebo de ello era la mímica histérica de Javier Aguirre en la banda. Agitaba los brazos, trazaba figuras, hacía cortes de manga. Parecía coach de tercera, precisamente en los terrenos –alguna vez—del jardinero central.
Superioridad atlética, emocional y técnica de Japón. Sin sufrimiento, sin soponcios, encontró a base de presión y anticipación, la manera de provocar que el jugador mexicano jugara más a proteger la pelota que a intentar inventar, crear, imaginar con ella.
El 0-0 prevaleció al término del primer tiempo por un manotazo de Malagón y disparos desviados de Kubo. Encima, Edson Álvarez se lesiona, lo suple Erick Lira, quien sin aventurarse como su sustituido, terminó por colaborar a mayor orden y solidez en media cancha, pero al frente, nada, a no ser un par de centros fallidos, por la capacidad atlética de los japoneses.
Mucha tarea y pocos minutos en el vestidor para recomponer a México. Y a veces las sacudidas necesitan más que una soberana mentada de madre.
Sin embargo, el discurso, por más intenso, táctico, coherente o arrabalero que fuera, no tuvo efecto en la Selección Mexicana, que empezó a sufrir porque Japón retrasó sus líneas, pero mantuvo las explosividades en terreno corto, para meterse por las avenidas que dejaba el equipo mexicano.
Al minuto 61, Javier Aguirre hace cambio masivo en su presunta maquinaria ofensiva. Chucky Lozano (Alexis Vega), Germán Berterame (Roberto Alvarado), Chiquito Sánchez (Orbelín Pineda) y Santiago Giménez (Raúl Jiménez).
Japón no se inmutó. Se mantuvo acostando la cancha, dejando poco espacio de maniobra a futbolistas mexicanos que terminaban agobiados, forzados a pases laterales o retrasados. Y la mejor opción llegó al ’67, en cobro por derecha del Chucky Lozano y remate de cabeza de Sergio Lira que sale desviado.
Al ’93 se va expulsado César Montes al detener una jugada en la que Ueda se perfilaba a un gol inevitable.
Al final, un sonoro abucheo de los 45,278 en la tribuna para la Selección Mexicana.
Ahora, México se traslada a Nashville, donde enfrentará el martes a Corea del Sur, que este sábado se impuso 2-0 a Estados Unidos.